24 de marzo, si no hay amor que no haya nada
Por Jorge Elbaum
Por Jorge Elbaum
Nosotrxs nos/los recordamos así, hurgando en la historia de los que estuvieron y en la llaga de los que no están, pero que sin embargo están siendo.
Están junto a la carita digna y grave de quienes sobrevivieron.
Los recordamos en el atisbo de una pasión que pusieron en juego a expensas de sí mismos. De sus días, de sus afectos más entrañables.
Los llevamos con nosotros. Son las apariciones frecuentes de 30 mil desapariciones.
Vidas que están esparcidas sobre la verdad de sus biografías íntimas y plurales.
Los hacemos presentes, incluso, en el aire tenue de sus ausencias.
"Canto a los desaparecidos", Juan Carlos Ñañake
Repetimos su coraje de miedo callejero, sus riesgos decisivos, su brillo clavado en el dolor de tantos.
Reivindicamos su apuesta clandestina, reconvertida en disputa frontal contra los grupos organizados de la muerte, especializados en torturas a mujeres embarazadas.
Los nombramos para recuperar futuros. Y los traemos a conversar para aprender de su coraje cósmico de amor hacia los que duelen, a los que se traen sus heridas para mirarlas en el espejo de su biografía.
Si los sujetos prioritarios de su esfuerzo fueron los lastimados, la nuestra será –siempre– interactuar con su legado.
Fernando Coco Bedoya
Los recordamos en las avenidas y en los bares. En su rasgada y contradictoria humanidad de viento. En sus años fugaces, esparcidos como arena limpia.
En su fortaleza para desafiar la metralla y la amargura. Pelando contra el terror, pero sin desertar de la pelea.
Los miramos en su fe caprichosa, sembrada de poesía y de adioses.
En su militancia de evangelización terrena. En su victoria contra el Tiempo.
En sus herencias que marchan con descendencias de relatos y testigos.
En sus madres y en sus abuelas con voces de insolencia liberadora. Y en Plazas de consignas desafiantes y aladas.
Los y las recordamos porque, de alguna manera, somos ellos y ellas. Tanto en su heridas como en su deseos de futuros. Y eso supone que olvidarlos nos llevaría a convertirnos en seres ajenos a nosotros mismos.
Si los omitiésemos, si los borrásemos, si los negásemos, sus victimarios exhibirían sus conquista.
Sucede, compañerxs, que vinimos a esta marcha de cánticos para mostrar que sus sueños caminan junto a esta multitud de miradas y banderas. Por eso trajimos sus fotos: las pusimos frente a las columnas para que nuestros pasos quedaran alumbrados.
Hacemos hoy continuidad de sus ganas. Enarbolamos pañuelos blancos. Anotamos en el margen de los días sus listas de promesas encendidas.
Las y los recordamos vivos, cotidianos: acompañando los debates que atraviesan la actualidad y los azares.
Si alguno creyó que íbamos a abandonar sus memorias -al instalarnos inermes en la historia plastificada-, que los íbamos a convertir en pasado; si alguno creyó que solo podían aspirar a ser contingencias de un momento remoto, se confunde.
Son vidas actuales. Están instaladas en muchos más cuerpos de lo que la anti patria desearía.
Andan por acá con la misma esperanza blindada que mostraban cuando pintaban letras enormes sobre esas sábanas blancas con agujeros de aire.
Nos vemos y reconocemos en ellxs.
Quizás porque son el mejor compendio disponible para conquistar ese cielo que la especie humana siempre ha merecido.